lunes, 14 de septiembre de 2015

No, Europa no es la mala de esta película.

Han pasado ya 10 días desde que la foto de Aylan Kurdi nos estremeció a todos. Desde entonces la crisis de los refugiados ha centrado los debates sociales y políticos en Europa.

Hemos oído a muchos opinar sobre los refugiados y sobre la crisis de Siria. Las críticas contra Europa institucional son generalizadas y en muchos casos muy graves. En parte pueden tener razón, pero en conjunto son a mi juicio desmedidas e injustas. Por ese motivo me animo a escribir estas reflexiones rompiendo, tal vez contracorriente, una lanza a favor de Europa.

Para empezar creo que no es cierto que Europa sea significativamente responsable de los males de las zonas en conflicto. Defenderlo es caer en un eurocentrismo ombliguista, paternalista y un tanto ridículo. Como si nuestro papel fuera siempre el de protagonista de todas las películas, o más aún, el de guionista para que otros actúen a nuestro son. No, el sol no da vueltas en torno a Europa, incluso hay horas en que la da por iluminar otras regiones.

Europa ha cometido en su política exterior con esos países aciertos y errores. Los unos y los otros de difícil análisis y cuantificación, incluso para los expertos. Tanto los aciertos como los errores tienen consecuencias muy difíciles de evaluar. Pero ni para bien ni para mal las políticas europeas son las principales responsables de los éxitos o de los fracasos colectivos de la zona. Ni nos toca, ni podríamos.

A Europa la acusamos de no terminar con la guerra, como si estuviera en su mano. Pero acto seguido la tachamos de intervencionista o colonialista si de alguna forma interviene. Algunos de los que acusan a Europa de no actuar son los que le reprochan al tiempo las actuaciones previas en otros conflictos vecinos.

Otros olvidan que no ha sido Europa quien ha vetado las decisiones del Consejo de Seguridad en la ONU. ¿Debía Europa actuar sin mandato de la ONU, en contra de Rusia y China, sin una posición común del mundo árabe, contra la posición de los países del Golfo, sin un aliado decente sobre el terreno, sin un plan de futuro?, ¿por libre?, ¿apoyando a quién?, ¿con la fuerza de su caballo blanco? Sí, ya sé que hay comentaristas a los que esto les parece fácil, a mí, sin embargo me parece muy difícil.

Tampoco es cierto que la política exterior europea se base en intereses espurios y únicamente económicos. Si así fuera todo sería más fácil. Precisamente nuestra crisis se debe a la inalcanzable cuadratura del círculo que querer coordinar una política exterior que al tiempo defienda los intereses europeos y nuestros valores humanistas. Es nuestro deseo de no olvidar los valores en la acción exterior europea la que más dolores de cabeza nos da: bienvenidos sean por tanto entonces esos dolores de alma, esas contradicciones irresolubles, esos callejones sin salida, porque no son tanto el resultado de nuestra incapacidad, como la consecuencia inevitable de afanes a veces nobles.

El mundo sería más fácil de entender si en un despacho en Bruselas hubiera unos malos muy malos maquiavélicamente pensando como hacernos la puñeta, cómo traicionarnos, cómo hacer sufrir a los demás, sólo pensando en su lucro o en su poder. Pero no es así. En Bruselas gente como tú y como yo, ni peor ni mejor, pero a veces sí más preparada y mejor informada, intenta reaccionar lo mejor que se puede, con la información y los medios de que se dispone, a complejos problemas que nos superan a todos.

Si Europa no funcionara, en parte al menos, con principios y valores todo sería tal vez más ordenado y más controlable: puede ser. Pero a veces cuando se apuesta por la democracia y los derechos humanos uno se puede meter en líos tremendos. Bienvenidos sean también esos laberintos, esas callejuelas enfangadas en que hasta las rodillas metemos en los barros de la complejidad.

No es cierto que Europa no haga nada en las zonas de conflicto. Hace y mucho, pero cuesta menos esfuerzo no enterarse. A veces incluso acierta, otras sin duda se puede equivocar; las más de las veces ambas cosas a la vez. Y es que las consecuencias de esas políticas son retorcidas, complejas, impredecibles... horrorosamente incontrolables, porque los humanos no nos dejamos gobernar, ni individual ni colectivamente, como piezas de una maquinaria de reloj de cuco.

No es cierto que Europa sea más egoísta que otras regiones. De hecho, si nos atenemos a los datos, es más seguro lo contrario.

No es cierto que el asunto tenga soluciones fáciles, inmediatas, claras, simplistas, salvo en las mentes simples o sin experiencia en gestión de responsabilidades. El problema es jodidamente complejo y se escapa a las capacidades de la varita mágica de ningún político.

No se trata, por mucho que nos insistan las redes y los comentaristas, de una película de ricos contra pobres. Menos aún se trata de una película de occidente insensible ante el sufrimiento ajeno.

Estamos obligados a reconocer y acoger refugiados, porque hemos ratificado las convenciones internacionales correspondientes. Lo hacemos menos que a medias, lo hacemos tarde y mal y, sobre todo, sin saber cómo resolver el imposible dilema de aplicar unos principios pensados para una situación ampliamente superada por una realidad que rompe todos los esquemas ¿Esto nos hace peores que otros?

En Europa nos obligamos a prestar a los refugiados e inmigrantes unos estándares que en otros lugares no se dan, tenemos estados de derecho y obligaciones internacionales en esta materia que otros no tienen. Pero no sabemos cómo gestionar esta crisis sin traicionar esos principios, ¿eso nos hace peores?

En Europa los ciudadanos clamamos con libertad contra nuestras instituciones, en otros países eso te puede costar la vida o la cárcel.

Por todos esos  motivos los refugiados están en las fronteras europeas. Por eso Europa es para ellos destino y desean que sea futuro de libertad y prosperidad, temporal o definitiva, para sus hijos.

En Europa tenemos la suerte de estar informados, de poder indignarnos, de poder protestar, de poder demandar a nuestros políticos con tono airado... empleemos ese privilegio con responsabilidad para colaborar en hacer un mundo mejor, con derechos y con oportunidades, para los 7000 millones de personas que habitamos la tierra, lo cual pasa por proteger y fortalecer Europa y su modelo, al tiempo que asumimos nuestras muy humanas limitaciones y nuestras muy humanas contradicciones.

No creo que avancemos mucho despreciando o rechazando la experiencia de integración, solidaridad interna e internacional, paz, promoción de los derechos humanos y protección social más avanzada (aunque imperfecta, insuficiente, desordenada y contradictoria) de la historia.

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