viernes, 8 de julio de 2016

Curso en Estrasburgo

Hace 22 años, en 1994 asistí como alumno a la 25º Sesión de Estudio del Instituto Internacional de Derechos Humanos René Cassin, en Estrasburgo. Fue para mí una experiencia muy importante. Aprendí mucho. Disfruté mucho. Hice algunos amigos que aún conservo. Marcó un antes y un después en mi trayectoria académica, profesional y personal.



Este año me han llamado como profesor para impartir el módulo "La protección de los Derechos Humanos en el Sistema de las Naciones Unidas" en la 47º edición. Me hizo mucha ilusión recibir esta invitación. Significaba para mí, de alguna forma, algo así como cerrar un círculo, completar un viaje.


Por esa razón tenia mucho interés en dar un curso en que, además de la transmisión de conocimientos e información con rigor técnico jurídico, pudiera transmitir una experiencia, unos valores, unas ideas, una actitud, una ambición, una visión de los derechos humanos y de las relaciones internacionales. un curso que cumpliera los requisitos académicos, pero que fuera, sobre todo, muy personal.

Las clases (4 de 2 horas) han sido en el Anfiteatro 1 de la Facultad de Derecho de la Universidad de Estrasburgo.






Me he topado con un grupo de alumnos de altísimo nivel, muy preparados y capaces. Un grupo participativo, exigente pero al tiempo muy generoso que me ha hecho sentir cómodo desde el primer momento y me ha permitido hacer un seminario de 8 horas lleno de debates, preguntas, sugerencias de lecturas, construido conjuntamente. Creo que ha sido un curso rico y ameno.

Aquí la foto de familia y aquí también mis felicitaciones y mi sincero agradecimiento a todos ellos.


materiales curso Estrasburgo

Aquí cuelgo para los participantes en el curso René Cassin, algunos de los pantallazos vistos. Debido a las limitaciones de carga del sistema, me limito a colgar una selección.







































sábado, 2 de julio de 2016

Genocidio yazidí


Hace unos días, estando yo aún en Ginebra, el Presidente de la Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre la República Árabe Siria de la ONU, Paulo Sergio Pinheiro, presentó el informe .“Llegaron para destruir: Los crímenes del ISIS contra los Yazidíes”, sobre los crímenes de guerra, contra la humanidad y el genocidio cometido por el ISIS (o el DAESH, como ustedes prefieran) contra la comunidad yazidí. Aquí la nota de prensa de la ONU.


Este importantísimo informe ha recibido merecida atención en los principales medios internacionales (Guardian, BBC, New York Times, por mencionar sólo tres), pero lamentable y muy significativamente, el eco en los medios españoles ha sido prácticamente nulo. Hoy escribo en mi columna quincenal de DEIA sobre este asunto como muy modesto medio de paliar un poco ese silencio.

#DEIA #MirarHaciaOtroLado

 

EL DAESH O LA ATRACCIÓN DEL LADO OSCURO

 
Quien sigue esta columna sabe bien que procura tener un aire positivo y defiende una visión optimista de un mundo que, a pesar de sus miserias y horrores, avanza, en términos generales, hacia algo mejor para la inmensa mayoría. Un mundo en que cada año es menor el hambre y es mayor el acceso a la educación; en que cada año es menor la pobreza extrema y es mayor la esperanza de vida. Pero hay situaciones sobre las que no cabe una mirada positiva.

Esta semana se ha hecho público el informe “Llegaron para destruir: Los crímenes del ISIS contra los Yazidíes” realizado por la Comisión de Investigación sobre Siria de la ONU, que preside el brasileño Paulo Sérgio Pinheiro, al que tengo el placer de conocer y que me merece la mayor consideración. Pongo la mano en el fuego por el informe y sus autores, les he visto trabajar durante estos años puerta con puerta en el Palais Wilson de Ginebra. Este informe ha tenido un merecido amplio eco en los más importantes medios internacionales, pero lamentablemente ha pasado completamente desapercibido para los medios españoles.

El yazidismo es una creencia religiosa preislámica. En su día fue mayoritaria entre el pueblo kurdo, pero la presión islámica la ha reducido a una minoría perseguida. Las atrocidades cometidas por el ISIS (o el DAESH, como ustedes prefieran) contra esta comunidad son inconcebibles. No es sólo el asesinato, la violación, la tortura y la esclavitud, por si todo esto fuera poco. Es algo más grave: es un genocidio realizado con lujo de crueldad, con ostentación de impiedad.

Los hombres han sido asesinados sanguinariamente. Las mujeres jóvenes y las niñas reducidas a esclavitud sexual. Los niños pequeños separados de sus familias y sometidos a adoctrinamiento religioso y político. Los niños con 12 ó 14 años incorporados al propio DAESH para combatir a quienes hasta la víspera eran parte de su pueblo y su familia. Otros son vendidos como esclavos. Las conversiones son obligatorias. Se trata de eliminar un pueblo, una creencia, arrancar de raíz su identidad y su memoria, humillarlo, diluirlo y asimilar sus restos.

Leo del caso de una niña de 10 años sometida a esclavitud sexual. Pienso en mi hija, exactamente de esa edad. Por un momento, al leer este caso concreto y caer en la cuenta de la coincidencia, he sentido un frío absoluto en el pecho, un vacío que era como tener un poco de muerte, irreparable, ahí dentro. A veces una coincidencia menor puede ayudar a entender mejor.

En Europa tiene ahora mucho éxito el eurocentrismo de declararse responsable de los males ajenos. Europa es culpada, si interviene por intervenir, y si no lo hace, por no hacerlo. A mí me parece ombliguista creer que Europa está en el origen de todos los problemas de otros y que podría ponerles solución sólo con voluntad política. No es cierto. Pero además de ridículo y cansino empieza a resultar peligroso.

No es bueno confundir el verdadero enemigo, el verdadero mal. No es Europa, ni la globalización, ni el avance tecnológico, ni los Estados Unidos, ni el capitalismo, ni un supuesto y genérico egoísmo o individualismo de nuestro mundo moderno. El enemigo del futuro, el enemigo de la humanidad, es la atracción enfermiza pero muy efectiva de la oscuridad: es el fanatismo religioso o político, es el agujero negro de la verdad absoluta, incontestable, indisputable. En realidad lo ha sido siempre.

Ante ello sólo cabe insistir en los valores del humanismo y la ilustración: la duda y la expresión de la diferencia; el conocimiento y el debate abierto; la piedad y la tolerancia; y algo tan viejo como la libertad individual de creer y de no creer, de decir o callar, de buscar la verdad provisional en fuentes nuevas, de cuestionar lo recibido y a la autoridad, de practicar o no practicar en el ámbito privado lo que no haga daño a otro: sea sexo u oración, sea leer ensayo o escribir poemas, sea soñar o cantar en la lengua que quieras.

Para vencer al fanatismo, insiste Amos Oz, a todo ello hay que sumar unas gotas de humor. Aunque hoy, tras leer este informe, malditas las ganas que tengo de mostrar humor. Para eso mejor me buscan otro día.